miércoles, 29 de marzo de 2017

Resonancia

Despertamos alrededor de las 9 de la mañana. Era la hora a la que generalmente abríamos lo ojos para ponernos en acción. Esa había sido nuestra última noche en la que dormimos en la van así que tenía su toque especial entre el cansancio y la nostalgia de saber que nuestro viaje se acercaba a su fin. Nos dimos los buenos días y nos desperezamos un poco.

Al cabo de un rato nos pusimos a acomodar el equipaje para que la entrega de la van fuera mas ágil a nuestra llegada. Mi mochila llevaba guardada en el mismo sito prácticamente desde que iniciamos el viaje así que al abrirla nuevamente me encontré con un libro. La verdad es que como me entretuve con otras lecturas durante el viaje prácticamente olvidé que había estado ahí esperándome.  

Lo saque de la mochila y pensé: este es un libro de esos que no deben llevar separador y deben estar a la mano ya que no importa la secuencia de la lectura sino que cada capítulo contiene mensajes que invitan a reflexionar. Puedo decir que es uno de esos libros para abrir y leer lo que en ese momento el te quiere decir.

Lo abrí y leí el título y me gritó: LÉEME. Lo dejé abierto boca a bajo sobre mis cosas y seguí empacando.

Me adelanté a ducharme así que estuve listo primero. Preparé café y puse a tostar el pan en lo que Aris terminaba de alistarse para desayunar juntos.

Tome el primer trago del delicioso café matutino y me senté a leer.

Aún siendo solo son unas cuantas páginas, el mensaje de la lectura inmediatamente me envolvió siendo la mitad del último párrafo la que me retumbó en la cabeza.

Me pareció genial compartir ese pedacito con Laura, quien estaba sentada a mi lado, ni siquiera la lectura completa tenía tanto mensaje como esas seis líneas. Le pregunté si podía leerle algo, asintió y comencé a leer en voz alta. Ambos soltamos un buen suspiro, nos miramos y afinamos el mensaje que cada quien había recibido para poder comentarlo.

Justo cuando empezamos a conversar el chavo que estaba sentado al otro lado de la mesa desayunando me interrumpió hablándome en inglés, se disculpó por haberlo hecho y agregó que como hablaba un poco de español no había podido evitar escuchar lo que recién yo había leído y quería corroborar si había comprendido.

Le expliqué con mis palabras ese medio párrafo, me hizo un par de preguntas entre inglés y español y le pasé el libro abierto en el inicio del capítulo. La verdad es que el tipo hablaba un español casi perfecto.

Mientras tanto con Laura conversamos e intercambiamos ideas ya que era un tema que días atrás en alguna de las charlas de la ruta habíamos conversado los tres.

Al cabo de unos minutos el chavo levantó la mirada y al igual que nosotros soltó un profundo suspiro. Me devolvió el libro diciendo:  justo ayer tuve una gran frustración y decepción por querer hacer eso que dice esta lectura y hoy me levanto y me encuentro con ustedes. Lo notaba reflexivo y emocionado.

Me preguntó quién era el autor y si sabía si podía obtenerlo en alguna librería en Islandia o en Europa ya que realmente le había gustado y quería tenerlo.

Le respondí que era un libro escrito por un amigo y ex alumno de mi época de profesor y que en este momento solo lo vendían en México. Estuve muy tentado a regalárselo ya que yo podría conseguirlo nuevamente a mi regreso a Morelia sin embargo le tengo mucho cariño ya que fue uno de los principales motivos para reencontrarme con mi amigo después de seis años, además que tiene una hermosa dedicatoria personal.

A cambio le ofrecí que iba a contactar a mi amigo y le preguntaría si lo tenía en algún formato digital para poder enviárselo. Sacó su teléfono y le anoté mi correo.

Llegó Aris a la mesa y nos dispusimos a desayunar, fue ahí cuando nos presentamos, él se llama Eran. La charla fue cambiando de tema para pasar a las preguntas típicas de un encuentro de viajeros: de dónde eres, cuánto tiempo llevas aquí, a que te dedicas en tu país, etc.

Conversamos un rato más mientras desayunábamos hasta que finalmente llegó el momento de nosotros retomar nuestra ruta y Eran prepararse para visitar el glaciar Snaefellsjökull.  Nos despedimos llevándome el compromiso de darle respuesta del libro.

Tomamos nuestra ruta y en el camino iba emocionado pensando, esta historia se la tengo que contar a mi amigo y estoy seguro que le dará mucho gusto.

Llegamos a Reikiavik varias horas después no sin habernos detenido en más lugares hermosos y haber hecho una pequeña caminata por unos acantilados con unas vistas increíbles. Nuestra última ruta fue tranquila y llegamos a nuestro destino.

Al día siguiente me llevé una grata sorpresa, durante la noche mi amigo publicó en su muro de Facebook la noticia en la que con mucha alegría comunicaba que su libro recién había sido publicado en Amazon en versión para Kindle lo que significaba que ahora estaría disponible en todo el mundo.

Además del gusto que me dio leer esa noticia tenía ya el elemento que faltaba para cumplir con el compromiso hecho el día anterior con Eran.

Escribo esto mientras volamos sobre el Atlántico de vuelta a casa y la reflexión que tengo en mente y te comparto es: “nunca sabemos a quién de los que están a nuestro alrededor les resuena una frase, una acción o una expresión nuestra, sin embargo de hacerlo es muy probable que por más pequeña que sea esa resonancia cambie el rumbo de sus siguientes pasos y por ende cambien los pasos que yo estoy por dar.

El medio párrafo dice:

“…al ego le gusta identificarse también con buenas intenciones que lo hagan parecer más y más bueno que los demás, por ende, en lugar de empezar buscando soluciones para los demás, ten la humildad de observarte primero, lo segundo va a ir tomando fuerza sin que te des cuenta como una bola de nieve que se agranda con tu potencial.”


Del libro de mi amigo y hermano de ruta Fredo Velázquez, PALABRAS VIVAS PARA UN yo MÁS HUMANO. Pag. 48. Editorial Silla Vacía.

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